Cuántos médicos no se habrán tentado la ropa antes de aplicar medidas paliativas a sus pacientes terminales por culpa de la insensatez de un consejero de sanidad. Cuantos enfermos terminales habrán tenido que soportar un sufrimiento evitable porque alguno de esos médicos retrasara o descartara la puesta en práctica de esas medidas, por miedo a que ese mismo consejero de sanidad, o cualquier otro improvisado justiciero, le acusara, sin una base sólida, de un delito de eutanasia. Cuantas personas habrán desesperado ante el temor de que su familiar enfermo fuera víctima de un supuesto doctor muerte; y cuantas habrán compartido el terrible dolor de una agonía innecesariamente cruel e indigna.
La justicia es tan lenta que casi habíamos olvidado este tremendo asunto del hospital de Leganés y sus nefastas consecuencias para el prestigio de la sanidad pública. Pero hoy, con el sobreseimiento del caso de las sedaciones, volvemos a ser conscientes del daño que el consejero Lamela ha ocasionado a los médicos en general, al doctor Luis Montes en particular y sobre todo a los enfermos.
Y todo porque alguien hizo una denuncia anónima sobre una práctica de eutanasia masiva con 400 supuestos homicidios y el consejero Lamela le dio credibilidad y abrió la caja de los truenos.
El sobreseimiento del caso de las sedaciones del hospital de Leganes ha llegado muy tarde, oportunamente después de las elecciones, y con consideraciones por parte del juez que siguen poniendo una nota de intranquilidad en todo este asunto. Porque, aunque archiva el caso afirmando la imposibilidad de probar que las muertes de 15 pacientes terminales fueran consecuencia de las sedaciones, habla de mala praxis médica y con ello sigue instalando la inquietud en la sociedad. Y es que lo que se juzgaba no era la mejor o peor administración de los servicios médicos que como todo en esta vida no es perfecta; lo que se juzgaba es si los posibles fallos, la mala praxis, fue la causante de las muertes, y eso, con el archivo, se descarta. Por eso las consideraciones del juez sobre la mala práctica de la medicina en cuatro pacientes no parecen ser muy útiles para el caso, aunque sí lo sean para el interés del Gobierno de la Comunidad y el partido que lo sustenta, que se acogerá a ellas como a un clavo ardiendo. A pesar de que solo se cuestionan cuatro casos frente a los cuatrocientos iniciales.
Pero lo cierto e importante es dejar claro que no hay doctores Menguele en la sanidad española, una magnífica sanidad por otro lado; que los enfermos y sus familiares deben seguir confiando en sus médicos y su buena praxis a la hora de ayudar a morir dignamente y sin sufrimientos evitables.
Lo cierto e importante es denunciar la mala praxis de aquellos políticos que actúan a golpe de anónimo, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, y sin medir las consecuencias. Si el señor Lamela tuviese el más mínimo sentido de lo que debe se la buena práctica política dimitiría de su recién estrenado cargo y de la política.
Rodrigo González Fernández
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