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Monday, July 28, 2008

Estudios científicos establecen ocho beneficios del sexo en la salud

Estudios científicos establecen ocho beneficios del sexo en la salud

Universidades, especialistas y revistas de salud plantean que mantener relaciones sexuales permanentemente puede hacer maravillas por el organismo.

Daniela González


28/07/2008 - 09:14

    FORTALECE EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
    La función primordial del anticuerpo inmunoglobulina A (IgA) es identificar ciertos microbios que se ingieren en alimentos o se inhalan al respirar. El IgA impide que tales microorganismos se localicen en las mucosas y causen enfermedades como gripes y virus. El sexo puede aumentar fuertemente los niveles de este anticuerpo; así lo descubrieron científicos de Wilkes University, en Wilkes-Barre, Pensilvania, que midieron el nivel de IgA en 112 estudiantes junto con realizar encuestas sobre su actividad sexual. Quienes tenían uno a dos encuentros sexuales por cada semana, tenían también un nivel más alto de inmunoglobulina.

    ALIVIA EL ESTRÉS
    Investigadores de Escocia publicaron un estudio en la revista Biological Psychology,  donde señalan que la actividad sexual mantiene baja la presión arterial y modera los efectos negativos del estrés en la vida diaria. Los resultados se lograron tras analizar valores químicos de la sangre de parejas que mantenían relaciones regularmente.

    Además, la falta de sexo no sólo puede ser producto del estrés mental o físico, sino que también lo genera. Así lo confirmó el Instituto de Sicología de la Universidad de Gotinga, Alemania, que encuestó a 31.868 personas. Las conclusiones fueron elocuentes: 36% de los hombres y 35% de las mujeres que tenían relaciones sexuales sólo una vez a la semana, llenaban sus agendas, se volcaban al trabajo u otras actividades demandantes para olvidar sus frustraciones.

    Por otra parte, el orgasmo aumenta los niveles de la hormona oxitocina, un revitalizador temporal que aumenta el riego sanguíneo y la oxigenación pulmonar, así como la producción de endorfinas, hormonas que mejoran el estado de ánimo.

    QUEMA CALORÍAS
    En promedio, 30 minutos de sexo queman al menos 85 calorías. Esto porque la actividad física al tener sexo es de carácter aeróbico y también anaeróbico, dependiendo del ritmo de la relación.

    Así lo corrobora Fernando Reeve, entrenador personal y licenciado por International Sports Sciences Association. El especialista comenta que el ejercicio sexual tiene una ventaja cardiovascular que se aplica desde jóvenes hasta adultos mayores.
    Fortalece el corazón.

    Si los hombres tienen, al menos, dos veces a la semana relaciones sexuales, reducen en 50% el riesgo de sufrir un ataque cardíaco. Así lo demostró un estudio publicado por el Journal of Epidemiology and Community Health, en que los investigadores compararon dos grupos: quienes tenían sexo permanentemente y los que no. Los segundos salieron desfavorecidos, teniendo el doble de riesgo de sufrir un ataque al corazón que los primeros.

    OTRAS VENTAJAS DE UNA VIDA SEXUAL SALUDABLE
    - Disminuye el riesgo de cáncer de próstata. Un estudio publicado en el British Journal of Urology dice que los tumores en la próstata son un tercio menos frecuentes en hombres que experimentaron eyaculaciones frecuentemente a los 20 años.

    - Reduce el dolor. La liberación de la hormona oxitocina colabora en la producción de endorfinas, que funcionan como analgésicos naturales producidos por el organismo.

    - Fortalece la musculatura pélvica. Los ejercicios Kegel son movimientos pélvicos que recrean los que se realizan durante las relaciones sexuales, y son usados como una manera de combatir la eyaculación precoz y fortalecer la musculatura pélvica.

    - Aumenta la autoestima. Muriel L'Oisseau, sicóloga y sexóloga de la U. de Chile, dice que el sexo ayuda a la relación de una persona consigo misma, pues se adquiere confianza e, incluso, ésta se puede trasladar a otros niveles más complejos de la vida, como el trabajo.

     
    Renato Sánchez 3586 of.10
    teléfono:56-02-  2451113. celular: 09-3934521
    Santiago -Chile
     

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    El enfermo terminal

    El enfermo terminal
    PBRO. DR. JOSÉ JUAN GARCÍA - INSTITUTO DE BIOéTICA DE LA UCCUYO

    Responde a la lógica que a los enfermos terminales se les deba prestar una atención continua y esmerada que alivie, en la medida de lo posible, su dolor y angustia. Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos al enfermo no pueden ser interrumpidos sin menoscabo de su dignidad. Este cuidado abarca la higiene general, el tratamiento analgésico que mitigue el dolor, la atención a su estado anímico y espiritual, la hidratación y el alimento.

    Este cuidado "ordinario" se vuelve obligatorio, pues corresponde a la dignidad de la persona humana el recibirlo siempre. Es habitual observar que el enfermo terminal llega a tal estado de debilidad e indigencia, que hace necesario de todos, personal sanitario, familiares, amigos, etc., la cercanía y la contención que haga más humana su situación extrema. Para los que somos creyentes, sentimos que el mismo Jesús nos lo manda: "Estuve enfermo y fuisteis a visitarme." (Mt 25, 31). Incluso esa situación puede ser ocasión para un encuentro definitivo con el Dios de la vida y del amor.

    Desde el punto de vista ético se presentan dos graves problemas, que conciernen tanto al médico como al enfermo y sus familiares. Uno es si se debe recurrir a los denominados "medios extraordinarios", bien sea por sus costos o por la aplicación de nuevas técnicas de riesgo. El otro problema es si, en casos de dolores físicos, se pueden aplicar analgésicos hasta el punto que merme el estado de lucidez del enfermo.

    Respondiendo a la primera cuestión, se entienden como "medios extraordinarios", aquellos que son desproporcionados por sus técnicas y costos y que ofrecen muy pocas esperanzas de éxito. Es insustituible hoy el "consentimiento informado", tema tan rico éste que no lo podemos abarcar aquí. Creemos que es lógico pensar en que si nadie está obligado a lo imposible, a fortiori, nadie estará obligado al uso de los medios extraordinarios o desproporcionados. En cada caso, se podrán ponderar los medios poniendo en comparación el tipo de terapia, el grado de riesgo que comporta, los costos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello, las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales.

    Ahora bien, es lícito interrumpir la aplicación de dichos medios cuando los resultados obtenidos en reiteradas y sucesivas verificaciones, defraudan las justas esperanzas, anhelos y costos puestos en ellos. Obvio es decir que en estos casos se requiere el consentimiento informado del paciente si es posible, de los familiares y el juicio interdisciplinar de médicos idóneos que conforman el Comité de Bioética. No será obligatorio, de ningún modo, someterse a aquellas técnicas que aún no están del todo debidamente aprobadas y experimentadas. Será justo contentarse con los medios normales que la medicina puede hoy ofrecer. Su rechazo no equivale al suicidio; significa simple aceptación de la condición humana y disposición a enfrentar la muerte.

    Rechazar el "encarnizamiento terapéutico" en estas condiciones extremas, no es provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Uno extremo negativo es la eutanasia -adelantar por "piedad" la muerte- y el otro extremo negativo es dicho encarnizamiento terapéutico.

    En relación al uso de analgésicos, la segunda cuestión que nos planteábamos más arriba, creemos oportuno brindar sucintamente estos criterios éticos. Hay quienes encuentran sentido a su dolor con lógicas razones -de orden moral, espiritual, religioso, etc.- y no es rechazable la disposición a sufrirlo libre y pacientemente. Pero, lo normal es hacer uso de los fármacos que alivien o supriman el dolor, aunque de ello se derive, como efecto secundario no buscado ni querido, entorpecimiento, minusvalía o menor lucidez.

    Mitigar el dolor del enfermo terminal es una noble tarea que se le impone de suyo, al personal médico, incluso con alguna cuota de riesgo de abreviar los días de ese enfermo agónico, pues aquí la muerte no es pretendida ni buscada, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como suceso inevitable.
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