NAIMA PÉREZ
LA LAGUNA Miembro de los comités éticos en los dos hospitales tinerfeños y del de la Universidad de La Laguna (ULL), Emilio Sanz se especializó como MIR (médico interno residente) en Farmacología Clínica y Terapéutica, una de las materias que imparte actualmente en la Facultad de Medicina de la ULL. Sanz, que asegura disfrutar con el día a día de la gestión universitaria, participó el pasado viernes en unas jornadas sobre Derecho y Medicina en la capital grancanaria, en las que se debatieron cuestiones de actualidad como la responsabilidad penal médica, la objeción de conciencia, el derecho del paciente o la Ley de Muerte Digna.
–¿Cuáles diría usted que son hoy los principales problemas éticos que se generan en el ejercicio de la Medicina?
–Yo distingo entre la ética del día a día médico y la ética que se muestra en la prensa, en los medios de comunicación. En ellos se abordan asuntos como el aborto, las células madre, la eutanasia o la reproducción asistida, entre otros. Eso tiene un planteamiento filosófico y político con mucha carga, pero tiene poca repercusión en el día a día médico. Los temas realmente importantes de la ética médica y del día a día son la información al paciente, el consentimiento del paciente, la limitación de recursos, la limitación del esfuerzo terapéutico, los conflictos entre la autonomía del paciente o la beneficencia del médico, es decir, aquellos problemas éticos que se presentan todos los días en el ejercicio de la Medicina en todos los hospitales y los centros de salud y que no tienen ninguna carga ideológica, política ni mediática.
–¿Quiere decir usted que los debates que se reproducen en los medios de comunicación son los más polémicos y que con menor frecuencia se dan en el día a día?
–Sí, son los que tienen más carga ideológica y política detrás, pero en las clases de Bioética de la Facultad o del Máster que tenemos de lo que se habla es de otras cuestiones, tales como qué pasa cuando los derechos de los pacientes y de los médicos entran en conflicto, cómo evitarlos, cómo dar más cancha al paciente sin perjudicar la autonomía del médico. En fin, esos asuntos son los que ocupan el 80% de los cursos de Bioética, no la eutanasia o el aborto.
–Pero estos debates también se abordarán, ¿no?
–Sí, pero muy poquito, se tocan porque hay que hacerlo. A ver, la eutanasia no existe en realidad.
–¿Qué quiere decir?
–Que nadie pide la eutanasia como ayuda al suicidio. Cuando un paciente te dice "doctor, para seguir así, mejor no seguir" quiere decir realmente "doctor, no necesito que me siga machacando con un tratamiento quimioterápico y lo que quiero es que me quite el dolor y me permita morir en paz". Cuando a aquellos pacientes que han pedido la eutanasia se les tratan los síntomas, se habla con ellos o se les calma la angustia, esas peticiones desaparecen.
–¿Todas? Habrá quienes no quieran seguir viviendo en condiciones muy difíciles.
–Bueno, quizá lo que voy a decir pueda malinterpretarse, pero pienso que cuando un paciente te dice "yo no puedo vivir así y me quiero morir", lo que tiene que hacer es cambiar de médico por uno competente que le quite el dolor. Y dentro de esa acción para quitar el dolor está la sedación paliativa en algunos casos, que son pocos y que cuando son necesarios no hay ningún problema, pero eso no es eutanasia, sino eliminar los síntomas de la angustia del morir.
–Pero como profesional, tendrá compañeros que sean partidarios de no alargar la vida de alguien que va a morir igualmente. ¿No son competentes esos médicos?
–A ver. Esto es complicado de explicar. ¿Qué es la eutanasia?
–La posibilidad de que un paciente pida dejar de vivir para acabar con el sufrimiento de una enfermedad que no tiene cura, ¿no?
–Matarlo, entonces. Pues de esos hay poquísimos médicos que estén defendiendo actuar como tal cuando un paciente pida que se le mate. Otra cosa distinta son los límites de la eutanasia y lo que está mal entendido por eutanasia pasiva, que no existe, o limitación del esfuerzo terapéutico o sedación paliativa. Es decir, ya no le pongo un respirador a un paciente que se va a morir en breve y, si lo hago, lo único que consigo es alargarle la vida tres días . Eso no es eutanasia, sino buena práctica clínica o, mejor dicho, limitación del esfuerzo terapéutico, es decir, con este paciente yo limito las acciones médicas que podría llevar a cabo. Un ejemplo: un paciente que ha recibido varios ciclos de quimioterapia y no se cura y pide que el siguiente no se le aplique. Eso no es matarlo, ni siquiera es dejarlo morir, sino limitarle los esfuerzos terapéuticos. Tampoco es eutanasia la sedación paliativa, aquella que persigue evitar el sufrimiento, pero de la que el paciente ya no despertará. Esto hay que hacerlo muy conscientemente, con la aquiescencia del paciente, de la familia, valorando pros y contras... Entonces se le seda, pero no se le mata, lo que lo mata es la enfermedad. Eso es muy distinto a que un señor con cáncer vaya a Zúrich porque no le interesa seguir viviendo y diga "¿dónde hay que firmar para que me maten?".
–Tampoco creo que sea así exactamente.
–Mira, en EEUU, en algunos de cuyos estados se aplica la pena de muerte, el Colegio de Médicos tiene absolutamente prohibido que un médico participe en la ejecución de un preso. Y si lo hace es excluido del Colegio y no puede ejercer su profesión. La pena de muerte la ejecutan los carceleros y el médico de la prisión lo único que puede hacer es certificar la muerte.
–¿Piensa entonces que existe mala fe o mala intención por parte de algunos sectores de la población de confundir los debates de eutanasia y limitación del esfuerzo terapéutico?
–Por parte de sectores públicos, no, pero sí hay colectivos que lo hacen. Porque en estos debates subsiste una gran carga ideológica de quienes dicen que la vida es de disposición de cada uno, con lo que yo lo que pediría es que se hablara de suicidio asistido.
–Entonces usted rechaza el término eutanasia porque considera que está erróneamente aplicado.
–Sí, en la mayor parte de las veces en que se habla de eutanasia no es realmente eutanasia. Todos los días hay suicidios; hay más muertes por suicidios en España que por accidentes de tráfico. Que haya gente que se quiera matar, desgraciadamente sucede. Y si yo me encuentro ante un potencial suicida no voy y le pregunto "¿ tú te quieres suicidar?, ah, pues mira, yo te abro la puerta", sino que procuraré convencerlo de que no lo haga.
–¿Ante qué situaciones más comunes puede argumentar un médico objeción de conciencia?
–Los campos sustanciales son el aborto, algunos aspectos de la reproducción asistida y, si se entiende mal, la eutanasia. Conforme está ahora mismo el cuidado del fin de la vida, yo creo que la objeción de conciencia en este último caso no cabe, porque no cabe objetar ante la limitación del esfuerzo terapéutico. La sedación paliativa bien indicada, es decir, no aplicada a todo el que entra por urgencias, no se entiende como eutanasia. La objeción de conciencia no es permítame hacer algo mal, sino permítame como médico no hacer algo que entiendo que está mal.
–Entonces, ante el caso terminal de una persona que se mantiene con vida gracias a un respirador y su familia quiere que se le retire para no alargar su vida innecesariamente, el médico no podría alegar objeción de conciencia para no hacerlo, ¿no?
–No, ahí lo que cabría es la objeción de ciencia, es decir, no llevar a cabo determinada actuación médica, porque se considera que no sea técnica o científicamente apropiado. Un ejemplo: un familiar que se empeña en que operen a su padre, pero el médico decide hacer objeción de ciencia, porque considera que no le hará ningún beneficio si lo opera. De todas formas, situaciones como ésta no son tal problema, porque en un servicio puede ocurrir que tres médicos digan que hay que operar y dos, que no, con lo que lo operarán los que sí lo vean adecuado.
–Sigamos con ese caso, el del paciente conectado a un respirador. ¿Por qué debe prevalecer la ética del médico y su conciencia a la del paciente y su familia?
–Nunca, eso nunca puede suceder. Hay cuatro principios fundamentales de la Bioética, que son los siguientes: beneficencia, no maleficencia, justicia y autonomía. Tiene que haber un equilibrio entre la autonomía del paciente y la beneficencia del médico y quien tiene la última palabra es siempre el paciente. Lo dice la Ley 41/2002, de autonomía del paciente. Del mismo modo que el médico no puede hacerle daño al paciente aunque éste se lo pida (no maleficencia), tampoco puede hacer algo bueno si el paciente no se lo permite. Es decir, el enfermo siempre tiene derecho a rechazar un tratamiento. Generalmente no se plantean conflictos así, sino negociaciones entre las prioridades. Que un enfermo te diga que así no puede seguir viviendo; bien, pues le quitas la ansiedad, la angustia, la disnea (dificultad respiratoria) y le permites morirse en paz con su familia.
–¿No es inmoral tratar de alargar una vida innecesariamente?
–No sólo es inmoral, sino que va en contra de la ética médica desde tiempos de Hipócrates, el Primum non nocere (lo primero, no hacer daño).
–¿Es posible que clínicas y hospitales privados estén interesados en que esas vidas prácticamente acabadas se alarguen, porque ello comporta mayores ingresos?
–No. No digo yo que no pueda existir algún caso, pero en los centros privados de Tenerife, que los conozco, no es una práctica.
–¿Cuál es su posición ante la Ley de Muerte Digna, aprobada el pasado mes de mayo?
–Innecesaria. Todo lo que contiene es práctica médica habitual y práctica clínica de excelencia.
–Y aunque lo sea, ¿no sería conveniente que hubiera una ley que regulara esa práctica?
–Entonces habría que hacer una ley, por ejemplo, sobre las indicaciones de todas las técnicas médicas. Se ha querido, ideológicamente, sacar una ley en defensa de la muerte digna y se ha llegado hasta donde legalmente se podía llegar, que es todo lo que ya se venía haciendo bien. Por ejemplo, la limitación del esfuerzo terapéutico clínicamente indicada y de acuerdo con el paciente o la sedación paliativa está ya recogido en la Ley de Autonomía del Paciente.
–Entonces, según usted, ésta una ley sólo busca efecto político.
–Sin duda.
–Habla de ideología en determinadas leyes, como ésta de muerte digna, la del aborto, o la de reproducción asistida. ¿Cree que cuestiones como éstas pueden estar al son del partido político que gobierne?
–Lógicamente, las leyes están siempre al son del partido político que gobierna. Esta es la democracia que nos hemos dado.
–¿Pero no hay asuntos que deberían estar por encima de esto y ser ampliamente consensuados por toda la sociedad?
–Claro, y las ha habido. Mira, yo seguí muy de cerca el desarrollo de la Ley de Autonomía del Paciente, de 2002, que se votó por mayoría absoluta del Senado y del Congreso. Es por cierto una norma que no tiene régimen sancionador. Establece la forma de actuar en relación con el paciente y su autonomía. Pues eso es un ejemplo de a lo que puede llegarse y de la bioética del día a día. Esa ley abarca el 99% de los problemas éticos que suceden día a día en un hospital.
–¿El Derecho Sanitario va siempre por detrás de los avances médicos?
–Sí, y es bueno que así sea.
–¿Cómo se dirimen entonces posibles conflictos si no tenemos leyes que los regulen?
–El Derecho es una parte importante de la vida, pero no es la única. En primer lugar, lo que tiene que regular la actuación de un profesional médico o científico es su conciencia bien formada, sabiendo que a veces actuamos en conciencia y lo hacemos fatal. Hitler, por ejemplo, actuaba en conciencia. Pero la regla básica de la moralidad de cada uno es su conciencia, y contra la conciencia no se puede actuar. Después está la ética y la deontología profesional, que te indica cómo tienes que actuar bien y cómo se espera que actúe un buen médico. Y luego hay un tercer nivel que es la ley; si un médico se pasa de la línea legal ha cometido un delito y entonces habrá que juzgarlo, pero tendrá que probarse que ese médico estaba cerca de la línea y la ha traspasado.
–¿Qué le parece la campaña en la que la Asociación Derecho a Morir Dignamente de Francia muestra a tres candidatos a la Presidencia en el lecho de muerte?
–Demagogia. No es entrar al razonamiento, sino una forma de llamar la atención.
–¿Lo ha llamado alguna vez un político canario para consultarle la elaboración de alguna iniciativa legal?
–Sí. Me consultaron y hasta hice el primer borrador, por ejemplo, del decreto sobre la Comisión Asesora de Bioética de Canarias y la formación de los comités bioéticos asistenciales de los hospitales.
–Hablando de crisis, que nos inunda últimamente en todas las facetas de la vida, una de sus consecuencias es que el número de donaciones de cuerpos a la ciencia se ha duplicado en los últimos años. ¿Se ha visto desbordada la Facultad de Medicina para almacenar esos cuerpos?
–De momento no tenemos problemas para recibir nuevas donaciones. Además, hace tres años, con ayuda del Cabildo, se puso en marcha un sistema de cámaras frigoríficas para su conservación. Antes se mantenían en una piscina en formol. Eso es interesantísimo, porque sirve para la docencia de Medicina, Enfermería o Fisioterapia, y también porque hay muchos cursos de formación específica de especialistas que se hacen con cadáveres frescos. Se utilizan muchísimo los cuerpos donados a la ciencia para formación y, con ellos se ahorra dinero. Porque, por ejemplo, traer de Estados Unidos un modelo de hombro fresco para prácticas de reumatología puede costar entre 6.000 y 8.000 euros.