La realidad es que las personas que fuman, tienen mayor riesgo de contraer cualquier enfermedad infecciosa respiratoria, entre ellas la gripe A. ¿Por qué? Los fumadores incorporan humo a sus bronquios y pulmones y a partir del pulmón, tóxicos a todo el cuerpo. De esta manera se alteran los mecanismos inmunológicos, lo que genera una mayor predisposición.
El humo altera los sistemas de defensa del bronquio aumentando la cantidad de secreciones, aumentando la permeabilidad al ingreso de los virus y bacterias y paralizando el sistema de cilias (que son pequeños y microscópicos "pelitos" que van barriendo hacia el exterior todo lo que comúnmente inhalamos). Por otra parte, los tóxicos del humo del tabaco alteran la capacidad inmunológica interna del organismo, tanto de nuestro sistema celular de defensa como de la fabricación de anticuerpos. Esto convierte al fumador y a los expuestos al humo, es decir los fumadores pasivos, personas más vulnerables a contraer enfermedades respiratorias.
Y el problema es que, por lo general, los cuadros respiratorios y pulmonares como la neumonía, en pacientes fumadores suelen ser más graves y más prolongados.
¿Qué hacer? Claramente dejar de fumar es una estrategia que favorece recuperar el sistema inmunológico del organismo. Más aún, los sistemas de protección bronquiales y la irritación bronquial mejoran rápidamente, en horas a días, aumentando la protección y bajando el riesgo.
La población más sensible en ese aspecto es la de los niños, quienes pueden desencadenar broncoespasmo, neumonías, bronquitis y tienen una mayor predisposición a padecer gripe estacional, gripe A y bronquiolitis. Por eso, siempre repetimos que es de vital importancia no exponer a los niños al humo del cigarrillo. Para esto, la persona debe fumar afuera, no alcanza con no fumar en la habitación de los chicos.
Entre los recaudos que debe tomar un fumador es, en principio, reconocerse como población de riesgo, que además está formada por aquellas personas con alteración de la inmunidad del organismo, es decir inmunodeprimidos, personas con problemas pulmonares como EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), asmáticos, embarazadas, diabéticos, personas con antecedentes cardíacos, y la población de adultos jóvenes y adultos en general.
Estas personas deben extremar los cuidados: no exponerse a personas con sospecha de infección, lavarse las manos frecuentemente con jabón, o eventualmente usar alcohol en gel. En caso de tener fiebre, estar atento y quedarse en casa, si comienza con falta de aire, en ese momento debe consultar.
Si conoce a alguien que está enfermo, no acercarse, lavarse las manos o utilizar alcohol en gel inmediatamente después de estar en contacto, no compartir el mate, no tomar elementos que ellos toquen, pedirle al infectado que use un barbijo.
Los síntomas iniciales de la gripe A son similares a cualquier gripe, es decir, fiebre, tos, dolor de garganta, malestar general, congestión nasal. La diferencia está en que la fiebre suele ser mayor
a 38 grados y puede ser de ascenso rápido. La presencia de falta de aire, es un signo de alarma. En ese caso puede estar transformándose en una neumonía y en ese momento debe consultar a un centro médico.
El primer paso es el aislamiento. Es decir, no estar en contacto con otras personas para no contagiar y evitar la propagación de la enfermedad. Se utilizan medidas clásicas, como control de la fiebre y
reposo. El infectado debe toser o estornudar en pañuelos de papel y arrojarlos al tacho sin tocar la tapa del mismo, de no tener, toser sobre el ángulo interno del codo y no sobre las manos, ya que las
manos al tocar otros elementos dejan el virus por un tiempo en esas superficies.
La droga que sirve en estos casos de gripe A es el oseltamivir, un antiviral que se consume 2 veces al día durante 5 días y que los hospitales están entregando en forma gratuita a los pacientes que
presentan los síntomas de esta gripe.
Por el Dr. Guido Bergman (M.N. 85.234) y Patricia Haidbauer, Directores de Programar Proyectos Educativos, www.programareduca.com