mar. 02 , 2009
Luminosa señal que un diputado con ambiciones de más presente su Programa para la Salud, en vez de proclamar consignas políticas de escasa substancia y que, llegada la ocasión, se ven incumplidas. Que se trata de un tema prioritario para los chilenos lo demuestran las apasionadas y abundantes respuestas que el blog respectivo recibió desde un principio.
Tal como señala la mayoría, lo primerísimo es aumentar el presupuesto público de salud, que históricamente es un vergonzoso 3% y monedas del PGB, llegando al igualmente impresentable 6% si se agrega el gasto privado, o sea, un quinto de la población gasta lo mismo en salud que los 4/5 "amparados" por servicios estatales.
Amparados entre comillas porque la gran reforma sanitaria que significó el AUGE, ha tenido un efecto de segmentar a la población en 4 grupos: los que no lo necesitan, los que tienen el infortunio de enfermar fuera de la cobertura del AUGE o sea, no cuentan con el GES ( =Garantía Explícitas en Salud). Tercero, los aquejados de patología AUGE pero que fallan en algún criterio adicional como edad o gravedad de su mal con lo cual ven entrabado su acceso a los servicios médicos. En cuarto lugar están quienes cumplen todos los requisitos, pero el sistema de salud es incapaz de cumplir a su vez con lo prometido y garantizado: acceso, oportunidad, calidad y protección financiera. Ah, finalmente, olvidaba el 5º grupo, los chilenos que padecen la patología adecuada, en el momento y lugar adecuados, para recibir la atención médica también adecuada: son los que saben enfermarse. Hace bien el proyecto presentado en no comentar el AUGE, ni en comprometerse a aumentar las patologías cubiertas cuando las actualmente incluidas son de atención deficitaria.
Los 9 puntos del proyecto merecen comentario, pero por mantener legible este texto, baste destacar algunos puntos con la intención de volver oportunamente sobre los otros. Tomando el 3.d, que propone crear una Escuela de Medicina gratuita, cabe preguntar para qué, si solo en Santiago hay dos universidades estatales que tienen Facultad de Medicina, de modo que bastaría subvencionarlas como corresponde para que estas Escuelas cumplan con su cometido original de formar profesionales con cargo a la nación. A quienes, dicho sea de paso, podrá requerírseles la retribución social de trabajar al menos por un tiempo en sistema públicos de salud.
Esta reflexión incide en la cláusula 3.a del programa, que propone aumentar la formación de especialistas. Chile tiene aproximadamente 25.000 médicos (como no hay colegiatura obligada, se desconoce la cifra exacta), lo que da una tasa de 1 médico por 640 habitantes, para los vapuleados oftalmólogos la tasa siendo 1 por 25000 habitantes. Los números no están mal, pero la distribución sí lo es: geográficamente sobreabundan los médicos en centros urbanos; topográficamente, hay pocos especialistas en barrios populares o en el centro de la ciudad; asistencialmente, sólo una minoría de médicos (alrededor del 30%) trabaja en servicios públicos. En vez de fabricar más médicos cuya calidad y ética profesional se resiente por la competencia a que se someten, y que terminarán por emigrar como sucede en varios países de la región, habría que establecer cierto criterios de ecuanimidad profesional: dotar adecuadamente los hospitales estatales para requerir de los médicos que, para usufructuar del sistema ISAPRE, dediquen algunas horas semanales al servicio público; pensar en incentivos tributarios para quienes perciben sueldos estatales; establecer rotativas de atención a poblaciones marginadas.
Volvemos al inicio, estas medidas solo podrían exigirse a los médicos cuya formación es subvencionada por el Estado, abriendo la bolsa fiscal para solventar sus Universidades. Financiar mejor el sistema público de salud y dotarlo de profesionales dedicados gracias a la formación técnica y social que reciban de nuestras Universidades públicas, no depende del precio del cobre sino de la voluntad política, la cual ha faltado, penosamente, incluso en los momentos de mayor crecimiento macroeconómico.
Hay más, el tintero no se ha vaciado. El Programa que se nos presenta pone el dedo en la llaga, pero no trae los apropiados parches curita.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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