Sin ética no hay futuro
La ética es parte constituyente del ser humano. Es imposible eludir la responsabilidad personal y colectiva ante el bien y el mal. Nuestras acciones contribuyen a favor del bien o del mal. Sucede con la ética como con nuestra mente, queramos o no, no podemos actuar sin usar la mente e igualmente sin quedar comprometidos éticamente.
El desafío ineludible es actuar con una ética que contribuya a la creación o construcción del bien. El comportamiento humano que merece calificarse como ética negativa, porque produce mal, es una ética que bloquea la vida, el desarrollo y las posibilidades de futuro de personas, comunidades e instituciones. Por eso se afirma que sin ética no hay futuro.
Un análisis del subdesarrollo de nuestro país y sus causas lleva desgraciadamente a la conclusión de que la falta de ética de muchos ha sido y sigue siendo el factor más gravitante para mantener el subdesarrollo.
Entre esos muchos, la mayor responsabilidad recae sobre todo en aquellos que han tenido y tienen más poder cultural, social, intelectual, económico y político.
El daño letal al país por parte de estos actores con distintas formas de corrupción no viene solamente por las múltiples formas de robo usando y apropiándose bienes del Estado, viene también creando leyes que favorecen los intereses de minorías, que sostienen estructuras sociales y políticas injustas, viene porque otros protegen mediante sobornos la libertad de los delincuentes y el enriquecimiento injusto por contrabando, drogas y diversos modos de latrocinio; y lo más grave es que desde esos poderes se encubre y protege a los delincuentes rompiendo el valor básico de toda sociedad, que es el sentido de las instituciones y la confianza.
Cuando falla la ética, muere la confianza. Y muerta la confianza se paraliza la economía. Es imposible el desarrollo económico en un pueblo que ha perdido la confianza entre sus ciudadanos. La inversión y el consumo, los préstamos y los créditos, los ahorros en depósitos no pueden darse sin confianza. Es decir, las operaciones fundamentales que dinamizan una economía se retraen y la crisis en la economía es como la bola de nieve por la pendiente de la ladera en la montaña, crece sucesiva y progresivamente hasta reventar. No hay economía sin confianza, no es posible el desarrollo económico sin ética.
Si perdemos la confianza en las relaciones sociales por la vigencia de la violencia, la delincuencia, la criminalidad no controlada y creciente, todos tenemos que gastar en seguridad más y más, poniendo rejas en las ventanas, murallas altas en las casas, alarmas y guardias privados, armas y entrenamiento en defensa personal, etc... convirtiéndonos en prisioneros de nuestros conciudadanos y gastando lo que podríamos utilizar para negocios, servicios y bienes de formación y desarrollo cultural y profesional.
Cuando la corrupción contamina a la Policía y al Ejército, es decir, a quienes pagamos los ciudadanos para que nos defiendan, entonces los ciudadanos tenemos que gastar más en pagar a otras personas que nos defiendan de quienes deberían defendernos. Y peor todavía, cuando la corrupción contamina a los administradores de la justicia, entonces nos sentimos totalmente indefensos y con miedo paralizante ante el poder perverso de los delincuentes y canallas.
"Homo homini lupus", el hombre se convierte en lobo para el hombre, decían los romanos cuando la sociedad perdía el sentido ético. Sin ética, en una jauría de lobos, no podemos construir ningún futuro de humanidad.
Roto el tejido moral de un pueblo, se rompe inmediatamente el tejido social y entonces algunos querrán justificar sus ideologías extremas con políticas inmorales de guerra intestina proponiendo la estéril y criminal lucha de clases. En el errado medio elegido, ya se está agravando el mal que se quiere corregir.
La ruptura del tejido moral rompe también el tejido económico y acentúa la brecha de la inequidad, aumentando el número de los pobres, de los que no pueden cubrir las necesidades básicas para subsistir.
Las culturas construyen su código de ética. Es importante saber que todas coinciden en un principio mínimo: "No le hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti" o en positivo: "Haz al otro lo que quieres que te hagan a ti". (Chicago, 1983).
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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