Dos palabritas están de moda últimamente: orgánico y transgénico. Ahora ir a comprar manzanas, zanahorias, huevo, pollo o leche se ha vuelto un dilema sobre si invertirle un poquito más a los alimentos orgánicos a cambio de salud o comprar comida más barata, pero bajo el riesgo de padecer a largo plazo los efectos secundarios de los químicos y pesticidas con los que están modificados los transgénicos.
Pero ¿cómo distinguir unos de otros? Generalmente, los productores de alimentos orgánicos se encargan de hacerlo evidente en sus empaques, pues quieren mostrar que no utilizaron ningún fertilizante artificial en el proceso; es decir, que así como la tierra da las frutas y verduras, es como llegan a nuestras mesas, utilizando técnicas no contaminantes ni artificiales.
En cambio los transgénicos, al menos en México, no lo muestran en sus etiquetas. Hasta el momento, ningún productor anuncia orgulloso que utilizó antibióticos, hormonas, fertilizantes tóxicos o que modificó genéticamente las células de una especie para injertarle las de otra distinta.
Así que de pronto, las tiendas de autoservicio se han vuelto un campo de batalla entre quienes luchan por conservar una alimentación natural y quienes, utilizando como bandera los avances de la ciencia, están fabricando alimentos que no existían, agregando ingredientes cuyos nombres no podemos ni siquiera pronunciar, pero aun así los consumimos.
¿Qué tendría de malo pues, comprar productos transgénicos en lugar de orgánicos? Hasta el momento, es difícil saberlo; pues aunque sus defensores aseguran que no se han comprobado casos de personas perjudicadas por su consumo, tampoco se puede hablar de que sean inofensivos, ya que a penas en 1994 se comercializó el primer alimento genéticamente modificado, así que es muy pronto para asegurar que no tienen efectos negativos a largo plazo.
Lo preocupante es la enorme intromisión que están teniendo empresas como Monsanto, PHI, Syngenta Agro, Bayer y Dow Agrosciences quienes tienen autorización para cultivar transgénicos en suelo mexicano y no serán las únicas, pues según cifras del Servicio Nacional de Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA), la superficie autorizada para la siembra de transgénicos se ha cuadruplicado en el país, siendo aprobadas 920,330 hectáreas para siembra de OGM´s, es decir un aumento de 352.7%, respecto al 2009.
Tal vez no podremos frenar la llegada de los alimentos genéticamente modificados a nuestro país, pero sí podemos decidir lo que comemos. Sigamos nuestro instinto, estamos hechos para consumir productos naturales; así que mientras más nos decidamos por alimentos frescos y procesados de manera natural, más lejos estaremos de los transgénicos.
MÉXICO, EL REY DE LOS ORGÁNICOS
Irónicamente, a pesar de que los productos transgénicos no informan al consumidor de los ingredientes y procesos artificiales que utilizaron, sí son los más publicitados y reconocidos por la gente. Mientras tanto, los productos orgánicos hacen grandes esfuerzos por aparecer tímidamente en algún rincón de los anaqueles del supermercado.
Pero si de ironías hablamos, resulta que México es líder en la producción de alimentos orgánicos, generando cada año alrededor de 750,000 toneladas de estos alimentos, colocando a nuestro país en tercer lugar a nivel mundial en la producción de alimentos orgánicos, según cifras de la Asociación Impulso Orgánico Mexicano.
Sin embargo, los mexicanos no vemos todo ese producto, porque el 85% se comercializa a países como Estados Unidos, Canadá, Japón y algunos otros de la Unión Europea; debido a que este mercado está mejor informado de los beneficios para la salud de los consumidores y en los menores impactos medioambientales.
Digamos que está en nuestras manos tener una alimentación saludable, pero por falta de información e interés, dejamos que se fugue al extranjero lo que se produjo en nuestras tierras; como el café orgánico, con el que México es el primer productor a nivel mundial; así como la miel, donde ocupamos el tercer puesto.
Tenemos cerca de 500,000 hectáreas dedicadas a este tipo de cultivo y a las tiendas sólo llega el 15% por eso estos productos son tan caros en nuestro país; porque no hay demanda y por lo tanto, no hay oferta suficiente.
Si aumentáramos el consumo de productos orgánicos en México, éstos podrían darle pelea a los transgénicos y así, estaríamos defendiendo nuestra tierra; regresando a lo natural, a como se comía antes y seguramente, lograríamos reducir considerablemente las enfermedades que hoy nos aquejan.
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