Insomnio: cuando los dulces sueños no llegan
Millones de personas padecen trastornos del sueño, que pueden derivar en serios problemas de salud
"¡Qué mal he dormido esta noche!". Seguro que ha pronunciado (o ha oído) en más de una ocasión esta frase y ha sentido sus consecuencias: el día se le ha hecho mucho más cuesta arriba. El sueño profundo y reparador es indispensable para disfrutar de una buena salud. ¿El motivo? Dormir es una función tan natural como respirar y, sin un determinado número de horas de sueño, nuestro cuerpo acabaría pasándonos factura.
Sin embargo, son muchos los trastornos del sueño, con los que convive una gran cantidad de personas. El más frecuente y conocido es el insomnio, que consiste en una disminución involuntaria del número de horas de sueño. Se trata de una enfermedad cada día más frecuente en nuestra sociedad, con especial incidencia en los adolescentes, las mujeres y aquellas personas que se ven obligadas a trabajar por turnos.
Otros problemas. Pero no se trata del único problema relacionado con el sueño que podemos sufrir. La hipersomnia, o tendencia irreprimible a dormir durante el día o el cambio del ciclo sueño-vigilia, además del sonambulismo, las pesadillas, los terrores nocturnos, la enuresis nocturna, el ronquido o la somniloquia son alteraciones que no nos permiten disfrutar de un sueño reparador.
¿Cuáles son las causas? La vida sedentaria, la tensión psíquica y emocional, la ansiedad, la competitividad, el estrés... son situaciones que con mucha frecuencia nos impiden tener un sueño profundo y reparador, así como el ritmo de la vida urbana, los horarios o los problemas laborales y económicos. Son, sin embargo, los problemas y las alteraciones psicológicas los que con mayor frecuencia provocan el insomnio y los trastornos del sueño. Aquellas personas nerviosas, obsesivamente responsables o hipersensibles están más expuestas a la ansiedad y, por lo tanto, a las alteraciones del sueño.
Diferentes clases. Existen diferentes tipos de insomnio, y es que no se trata tan sólo de la falta de sueño, sino de la calidad del mismo. La forma más frecuente es la dificultad para iniciar el sueño; una vez que lo hemos conseguido, nos levantamos al poco tiempo con una intensa sensación de cansancio, como de no haber dormido suficiente. La segunda forma consiste en dormirse con relativa facilidad, pero sin saber por qué nos despertamos varias veces a lo largo de la noche y luego tenemos serias dificultades para reiniciar el sueño, lo que hace que tengamos la impresión de no haber descansado suficiente. Por último, la forma de insomnio que mejor se tolera es la de despertarse de madrugada y no poder volver a conciliar el sueño. Es frecuente en personas mayores o en aquellas que llevan una vida muy sedentaria y precisan de pocas horas para descansar. (Sigue en página 2).
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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